La defendemos frente a los ataques privatistas y elitistas que entienden que los estudios superiores son un privilegio y no un derecho como realmente es. La defendemos porque la universidad pública es la única que puede garantizar profesionales al servicio del pueblo. La defendemos autónoma, como se consagró en la centenaria reforma universitaria, para que cumpla con su rol crítico a un modelo de sociedad y de país. Defendemos a sus trabajadores y trabajadoras y a sus estudiantes porque en su lucha incansable por la defensa de la educación pública han puesto a la universidad argentina entre las mejores del mundo.
Muchos fueron los ataques a la universidad pública argentina. Fue uno de los blancos de la dictadura militar, luego de la Ley de Educación Superior del menemismo escrita con la pluma del Banco Mundial y el FMI, la siguiente década ganada por la CONEAU que adecuó los planes de estudios a los intereses monopólicos, y ahora el ataque, sin doble discurso, del macrismo con un ajuste de $3000 millones, el maltrato a docentes y su idea de que en la universidad “no es para pobres” como explicitó Vidal.
La queremos transformar para que no esté de espaldas a las mayorías populares. Para que la formación que en ella se produce, sus investigaciones y los profesionales que forma, como clave para el desarrollo técnico, político e ideológico de una nación, sean pilares para un país libre y soberano, y no parte del modelo de dependencia como al que hoy nos someten. Para que trabajadores y trabajadoras tengan un salario y trabajo digno. Para frenar la deserción y que sea masiva la entrada de estudiantes.
Porque es necesario que la universidad sea científica, democrática, laica y popular. Y esa universidad será pública, o no será.